De nuevo en el Paraíso (Una crónica de Fac51)

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Teníamos muchas ganas de repetir Paraíso tras esa primera edición tan llena de estupendas sensaciones, y por fin, llegó la segunda entrega. Sin las humedades del inicio de la primera edición, con mejor tiempo aunque algo frío sobre todo durante la noche del viernes a altas horas. Con un nuevo escenario más, el Nido, dedicado a la escena electrónica madrileña, pequeño, cuco, en un rincón del recinto donde no molestaba el sonido de los otros escenarios y con un buen sonido para su tamaño. El escenario Paraíso seguía en el mismo lugar, el Manifiesto también y lo que cambió ligeramente su posición fue esa ya legendaria carpa llamada escenario Club, con su tremenda bola de espejos presidiendo el espacio. Se desplazó hacia la trasera del Paraíso, permitiendo un mayor espacio para la zona de restauración, que, se amplió con respecto al año pasado y su calidad siguió poniendo el listón a una buena altura.

Teníamos muchas ganas por disfrutar de ese cartel tan completo y tan repleto de cosas muy interesantes, y la mejor prueba de ello es que nos pasamos dos días corriendo como pollos sin cabeza para disfrutar de todo lo que pasaba. Cuando esto ocurre, es la mejor señal de que lo que está ocurriendo tiene un nivel altamente interesante y atractivo.

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Viernes. Nada más llegar percibimos que el número de asistentes es ostensiblemente superior al del año pasado, pero sin percibir ninguna sensación de agobio durante los dos días del festival, ya que la distribución de escenarios ayuda mucho a esa sensación de ausencia de apretujón aunque haya gente. Alguna queja se pudo leer en redes sobre el tema de baños, pero bueno, si todo el mundo decide ir a una de esas zonas de servicios… en la situada a la entrada del recinto el tiempo máximo de espera no superaba los cinco minutos. De nuevo la organización estuvo rozando la perfección en todos los detalles.

Por pura logística no pudimos llegar a ver todo el set de las dominicanas Mula, pero luego pudimos hablar con las hermanas Acebedo (Anabel y Cristabel) y con Rachel Rojas, y nos comentaron lo contentas que estaban tanto con el festival como con el público, que les habían bailado y lo dieron todo con ellas a pesar de la temprana hora. Su música es un paso adelante en los sonidos caribeños, remozando electrónicamente estilos clásicos de su área con resultados sorprendentes. Tras ellas, de nuevo se nos solapan dos actuaciones que no queremos perdernos, por lo que corremos al Club para poder escuchar un rato a la mancuniana Diana DeBrito, más conocida como IAMDDB. Esta joven artista tiene una voz privilegiada, y en su cuna ya se mezclaron diferentes influencias musicales (su padre era un músico angoleño). Pero IAMDDB ataca con sonidos de diferente cuño con tremenda eficacia para su edad y corta carrera, pasando del urban jazz al trip hop o al trap sin ningún problema, sabiendo conectar con el público asistente. De nuevo carrera al Paraíso para ver a Bob Moses, con mucha curiosidad para ver como desarrollaban ese “club set”, y la verdad es que nos sorprendieron muy muy gratamente, se supieron ganar y mover al público que empezaba a ocupar ese escenario grande. Los canadienses estuvieron de notable alto, y tras ello decidimos visitar a la gente del Nido, para ver que se cocía por allí, y llegamos en el momento que estaban pinchando Dos Doggos. Tomamos contacto con ese espacio más reducido de la oferta del festival, pero que en todas las veces que nos acercamos durante los dos días, siempre tenía su público fiel y buenas sensaciones musicales.

Rápido paso por el Club para oír un rato a Moscoman, que también la estaba liando buena en ese escenario, para irnos al Paraíso y poder asistir a uno de los platos fuertes del festival. Esa menuda chica escocesa llamada Lauren Mayberry, auténtico vendaval encima del escenario, apoyada musicalmente por Iain Cook y Martin Doherty, dos tipos muy competentes en su cometido, se llaman Chvrches y hace ya tiempo que demuestran que vinieron para quedarse. Ella es torbellino, tiene una voz que en directo suena tan convincente o más como en estudio y ellos apuntalan los temas del grupo con una base sólida a la vez que bailable, emotiva y épica en algunos pasajes y perfectamente facturada. Chvrches son la definición actual del pop electrónico, y en Paraíso su actuación fue impecable; deleitaron, convencieron y movieron al personal que se agolpaba en el escenario Paraíso a esas horas.

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Todavía pudimos rascar unos minutos finales de Moscoman y nos acercamos al Manifiesto para ver un rato al francés Raphaël Top-Secret, para volver al Club donde nos esperaba otra de las incógnitas de la noche, el saber cómo iba a ser ese live de Ross From Friends… aunque en el escenario Paraíso empezaba la leyenda francesa del precursor del sonido disco, el señor Marc Cerrone. Uno de los momentos más difíciles del festival, porque en dos escenarios se estaban desarrollando propuestas tremendamente atractivas. Le dimos preferencia al sonido setentero de Cerrone, disfrutamos un rato con su solvencia contrastada y la ejecución brillante de su repertorio, con la aparición estelar de la vocalista Barbara Tucker y el apoyo de un batería y un teclista. Cerrone a sus 67 añazos, lo sigue petando como cuando se oyó por primera vez su Supernature.

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Corriendo nos fuimos al club. Teníamos muchas ganas de ver la que liaba este tipo de Essex, Felix Clary Weatherall, más conocido como Ross From Friends, nombre extraño para este productor y dj que ha hecho verter tantos ríos de tinta analógica y digital en los últimos tiempos. Pero no, no es un producto más del hype, este hombre lo borda, y muy bien bordado, al menos en esa versión live que vimos en el Club de Paraíso. Flanqueado por dos acólitos armados con saxofón y guitarra eléctrica, el británico deslazaba sonidos y ritmos desde su portátil con un tremendo gusto. Todos sabíamos que Chvrches o que Cerrone iban a ser tremendos en sus actuaciones, o que más tarde Kink o Solomun nos iban a dar nuestro merecido, pero para nosotros la más agradable sorpresa del viernes fue Ross From Friends, sin lugar a dudas. Vamos, que no nos hubiera importado que hubieran sido dos horas en vez de una. Divertido, bailable, sin complejos y a la vez minucioso y perfecto en la forma. No, no es hype. Este tipo se merece lo que dicen de él. Luego llegó al Club una de nuestras glorias nacionales, John Talabot; Oriol hace ya años que ha traspasado nuestras fronteras, siendo un nombre más que establecido y respetado a escala internacional. No se le pueden poner peros a su set, pero quizás nos dejó con ganas de algo más, aunque creo que fue en parte culpa del gamberreo que habían desplegado los anteriores ocupantes del escenario. Personalmente creo que esperábamos que se soltara algo más, pero, insistiendo en lo anteriormente mencionado, sesión impecable en ejecución.

El broche de oro y zapatilla de honor de la noche lo puso el búlgaro más famoso desde Hristo Stoichkov, el señor Strahil Velchev, más conocido como Kink. Con nombrarlo, sobran las palabras. House a raudales, con pinceladas techno, conectando con el público de inmediato y de manera eléctrica… solvencia contrastada y saber estar. No es de extrañar que ya esté situado en los más altos escalones del panorama club internacional, y en nuestro caso, nos hizo decidirnos por dejar de lado a otro gran nombre, como Solomun, para disfrutar de nuestro búlgaro favorito a tiempo completo. Y así cerramos el viernes.

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Con ese delicioso sabor de boca que nos dejó el primer día, volvimos al campus de la UCM el sábado para entrar directos a matar con tres platos muy fuertes para empezar el día. Por orden de aparición… el señor Sacha Winkler parecía que se había levantado de la siesta y se había subido al escenario Manifiesto… para que luego digan que en lo de la electrónica hay postureo. Postureo cero, pero maestría a raudales. Kalabrese se cayó del cartel el año pasado por motivos logísticos, y este año volvió para demostrar que Suiza también existe, y de qué manera. De 19.30 a 21.30 son horas que no son fáciles para hacer que la gente entre al trapo, pero este hombre pincha de auténtico escándalo y tenía a un número muy respetable de personal bailando a su son. Excelente, ecléctico pero sin perder el rumbo, efectivo y colorido en ocasiones, qué bueno que este año sí que pudimos disfrutar de su arte. Corriendo al club, ya que se solapaban y no queríamos perder la oportunidad de disfrutar de uno de esos nombres emergentes que mes tras mes va apareciendo en los medios especializados, y que ya te pica lo suficiente como para oírte alguna sesión que hay colgada por el espacio. Or:la es el nombre artístico de la irlandesa de Derry afincada en Liverpool llamada Orlagh Dooley. Otro caso de postureo cero, con sus gafas de sol caladas y metiendo unos trallazos de techno y tech-house a las ocho de la tarde que estaban dejando tiesos a más de uno. Lo bueno del asunto es que, a pesar de su insultante juventud, demuestra una madurez a los decks impresionante, ya que zurra pero no hace daño, es decir, su elevado ritmo no produce cansancio y sabe regular a la perfección. Es un nombre a seguir muy de cerca, aunque ya ha pasado de ser promesa para ser algo más… el tiempo nos dirá si llevamos razón. Pero de momento, otra excelente sorpresa.

De nuevo de carreras al Paraíso para la tercera solapada de primera hora, un tipo llamado Channel Tres. Sheldon Young aborda el escenario con un par de bailarines, armado con su micro y muy meticuloso con el sonido antes de empezar su concierto. Gran voz, ritmos del hip hop más ancestral aderezados con salpicaduras más contemporáneas en el plano musical, y un directo que encendió la mecha del escenario Paraíso antes de que cayera el sol.

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Todavía nos dio tiempo a despedir a Kalabrese y a Or:la, con mucha curiosidad sobre lo que vendría después, sobre todo por la holandesa de ascendencia surinamesa Carista, que desplegó tooodo su arsenal durante dos horas de set. Pudimos oír casi de todo, predominando el house festivo pero sin llegar a ser cascabelero, con clásicos cuando era necesario como el That Piano Track de Outrage o descargas de afro house muy contundentes. Dejamos a Carista en el Club para volar hacia el Paraíso y ver a Rhye, con intriga por saber cómo afrontaría la traslación al directo de unos discos tan delicados y en ocasiones tan intimistas. Mike Milosh posee una voz de gran calidad y matices, y eso ayudó al show a convencer al público que se había quedado bien arriba tras disfrutar de Channel Tres. La tripulación del directo de Rhye incluía una pequeña sección de cuerda con violonchelo y violín, guitarra, percusionista y un tremendo teclado Rhodes. Mike Milosh es casi como un director de orquesta, aparte de ejercer como vocalista, y trató de mantener un ritmo que interesara al personal asistente, algo que logró sin duda alguna. Es difícil tratar de describir el sonido en directo del grupo, ya que a veces sonaba como si a la base rítmica de Bonobo se le añadieran adornos de rock con tintes prog gracias a la guitarra y la cuerda, mientras que en otras ocasiones era como tener una versión de Prefab Sprout en el siglo 21. Interesante, delicado y elegante.

Todavía llegamos a ver algo del set del holandés Max Abysmal en el Manifiesto, y de nuevo teníamos otro momento de solapamiento importante, ya que se cruzaban tres actos importantes en los tres escenarios principales. Como estamos hablando del Manifiesto, empezaremos por allí, ya que al acabar Max Abysmal entró a la cabina alguien que teníamos muchas ganas de ver, un señor brasileño llamado Millos Kaiser. Como sabemos, Selvagem iba a actuar en esta edición de Paraíso, pero en este pasado enero, el dúo decidió dar por finalizada su existencia. Pero Millos vino a Madrid y nos dejó una sesión de las que no se olvidan con facilidad, con joyas y clásicos de la música brasileira como el Taj Mahal (en su versión dance mix) de Jorge Ben. Set grandioso, para gente con muchas ganas de pasarlo bien, que llenaba el Manifiesto a eso de la medianoche del sábado. Que bien que Kaiser al final vino y nos deleitó con su buen hacer, fue uno de los mejores momentos del festival.

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En el escenario Paraíso llegaba uno de los platos fuertes del sábado, que en otras circunstancias nos habría tenido pegados al escenario principal por algo más tiempo. Pero un rato fue suficiente para entender el porqué de uno de los llenazos del Paraíso. Actriz, cantante, personaje de apellido y ascendencia famosos, Charlotte Gainsbourg demostró que aparte de ser musa de gente como Lars Von Trier, lo suyo con la música no es sólo postureo. Puesta en escena efectista, la banda sonaba perfecta y el repertorio gusto a los más fanses y a los que no lo éramos tanto. Pop con mayúsculas, con destellos electrónicos y efluvios afrancesados cuya ejecución confirmó que tenía que ser una de las cabezas de cartel si o si, con una tremenda legión de seguidores entregados a la causa, a pesar de que hace ya dos años que se editó su último álbum.

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Vimos su concierto en dos entregas, ya que por nada del mundo queríamos perdernos el inicio de una de las más esperadas apariciones del festival. El hype mueve montañas, y a veces uno lee toneladas de material sobre esta o este dj o productor/a, incluso oye alguna sesión… pero los que hemos visto algo de esto en nuestras vidas sabemos que la prueba de fuego es estar ahí, a pie de pista y ver como el hype se deshace en cuatro temas o se confirma un nombre de manera inamovible. Personalmente me moría de ganas de descubrir todo esto sobre la coreana afincada en Berlín Peggy Gou. ¿Sería sólo otra cara bonita como Nina Kraviz? ¿Otro producto del insoportable hype que nos corroe en nuestros días como Black Madonna? (Ojo, no quiero decir que estas dos mujeres que pongo como ejemplo sean dos tuercebotas, sólo las pongo como ejemplo de la sobrexposición mediática que a veces nos asalta y que hace que esperemos cosas que después no llegan).

Pues no. Lo que se dice de ella es completamente cierto. Rebobinemos para ver de dónde venimos, ya que Carista se despliega una sesión de las que hacen mella, pone a la gente en la gran carpa del Club patas arriba y lo deja muy alto. ¿Quién dijo miedo? La coreana entra a saco y a los cinco minutos se clava un edit del Spastik de Plastikman y se enciende un cigarrito para relajarse tras retorcer un rato los knobs de la mesa. Ves en su expresión facial y corporal que lo siente, y eso siempre es sinónimo de que quien está al mando no te va a defraudar. ¿Complejos? Ni uno, al rato cae otro edit, del Pro-Gen de The Shamen, mientras va girando el timón sin que la gente lo note ni los más mínimo, porque siguen bailando como si no hubiera mañana. En una de esas, vamos corriendo al Manifiesto para disfrutar de otro ratito de Millos Kaiser y cuando volvemos al Club estaba poniendo el Let´s All Chant de The Michael Zager Band.

Tras eso, imposible moverse del sitio hasta que acabara (por suerte para nosotros, en el escenario principal los Mount Kimbie tenían problemas con el sonido y empezaron más tarde). La gente estaba entregada y prueba de ello fue como enloquecieron cuando sonó el It Makes You Forget (Itgehane), cosecha propia y por el que mucha gente la ha empezado a conocer. Alguien que pone todo esto y que para cerrar deja caer el I Feel Love de Donna Summer demuestra que sabe lo que hace, que de complejos cero y que sabe recoger cualquier testigo de cualquier carrera y llevarla a su territorio. Probablemente la matrícula de honor del Paraíso 2019.

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Debido al retraso que llevaban Mount Kimbie, y a pesar de que en el Club hubo que cambiar la cabina, que sólo llevo unos minutos, pudimos ver empezar a otro de nuestros héroes nacionales, Pional, que, claro, después de lo que había liado la coreana, tenía una ardua tarea. Pero el cambio de cabina pienso que incluso le benefició pudiendo iniciar su sesión un poco más a su aire, cuajando (como no podía ser de otra manera) un set estupendo y que fue aumentando de intensidad en las dos horas que duró. Allí lo dejamos y fuimos al Paraíso para ver a Mount Kimbie, que también había ganas de escucharlos y ver cómo llevaban al directo esos grandes trabajos de estudio. Solventando las dificultades iniciales (algo pasaba en una de sus consolas del escenario), los británicos se marcaron un directo fresquito y alegre, algo que se agradeció a esas horas de la noche.

Una nueva última pasada por el Manifiesto nos llevó a escuchar parte de otra notable sesión a cargo del alemán Danilo Plessow aka Motor City Drum Ensemble. Sonidos orgánicos a cascoporro para seguir manteniendo esa excelente temperatura en el Manifiesto… es verdad que el Club es un sitio glorioso, y no había momento que no estuviera lleno, pero desde la primera edición venimos diciendo que el Manifiesto es un sitio muy especial, con mucho sabor.

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Para cerrar, si decimos Laurent Garnier, lo decimos todo. Maestro, leyenda que se empezó a forjar en la cabina de uno de los lugares más icónicos de la cultura de club, la Haçienda de Manchester, y que ha seguido aumentando de manera imparable hasta nuestros días. Sabía dónde estaba, la hora que era y lo que quería el respetable, por lo tanto, techno en ráfagas con elegancia y calidad para esas casi tres horas de set. No hay mucho más que decir, el francés cumplió sobradamente con las siempre altas expectativas, aunque personalmente eché de menos ese viaje ecléctico que suele hacer en sets más largos.

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Paraíso ha crecido. Se ha afianzado. La línea es ascendente y coherente. De nuevo felicitar a la organización por un trabajo impecable, a bandas y dj´s por esos ratos memorables que nos aportaron y al buen rollo de la gente que va a este festival, que, como ya nos dijo Jose Morán en la primera edición, saben a lo que vienen en su inmensa mayoría. Con ganas ya de que se anuncie esa tercera edición, que siga en la misma ubicación y con la misma línea de criterio musical.

Texto y fotos: Fac51