La tormenta perfecta (con Underworld en el Alexandra Palace de Londres) por Fac Fiftyone

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LA TORMENTA PERFECTA

(Con Underworld en el Alexandra Palace de Londres)

17/03/2017_ 19.00 hrs.

Autor texto y fotos: Fac Fiftyone

Esa es la definición adecuada de una noche completa, redonda. En junio del 2016, Rick Smith y Karl Hyde, más conocidos desde hace décadas como Underworld, anuncian en su web y a través de su mailing list que van a organizar un concierto especial, o como se suele denominar en aquellas tierras británicas, un «one off». Las diez mil entradas se agotaron en muy pocos días, por lo que tuve suerte al decidirme con rapidez. Nueve meses después, me encontraba en el tren hacia el Alexandra Palace, o el Ally Pally como se le conoce, un extraordinario edificio del siglo diecinueve que alberga en ocasiones conciertos y otro tipo de eventos situado en el norte de Londres. A las 18.30 hrs. y justo cuando empezaba a chispear, con puntualidad británica (que se mantuvo durante toda la noche), los servicios de seguridad del Alexandra nos abrieron las puertas para entrar. Dicho sea de paso, todos los encargados de cualquier tarea eran extremadamente amables y atentos, un diez al personal del espacio. Aunque había visto fotos del Alexandra, no le hacen justicia ni de lejos. Un hall enorme, donde estaba situado un pequeño set con una cámara donde, si te apetecía, un empleado pulsaba un botón y te grababas haciendo el mono durante unos diez o veinte segundos, imágenes que luego se proyectaron en una pantalla gigante al fondo del main room. Luego, un espacio tremendo donde se alojaban una treintena de food trucks en los laterales y el fondo, donde uno podía beber y comer todo lo que se puede imaginar. Dimos buena cuenta de unas pintas de Ale artesanal que eran una maravilla. En la entrada ponía «Underworld plus special guests«. Picaba la curiosidad porque no se había anunciado quienes podrían ser los teloneros, y a pocos días del evento se comunicó que a las 19.00 hrs. iba a ocurrir el Underworld Surreal Carnival Experiment. En las propias palabras del grupo, Rick Smith iba a bucear en lo más profundo del catálogo sonoro de la banda, reconstruido y reconcebido, así como material creado expresamente para la ocasión. Pinta en mano, a las siete nos metimos en el impresionante main room del Alexandra Palace. Justo en el centro, donde se alza la cúpula central del palacio, estaba la mesa de sonido cubierta con un cuadrado de tela de unos quince metros de altura, donde se iban a proyectar los visuals de Tomato, ese colectivo multidisciplinar al que también pertenecen Karl y Rick desde comienzos de los noventa. Debajo de esa enorme pantalla de proyección se encontraba la mesa de sonido y Rick Smith con todo su tenderete de creación, y con esa puntualidad antes mencionada, comenzó una increíble parte de la noche. Fue hora y media de perfecto calentamiento, comenzando en modo ambient / chill out para ir aumentando de bpm´s conforme avanzaban los minutos, creando el mejor ambiente para lo que iba a venir luego. Hubo una aparición de tres personajes disfrazados y encaramados a unos zancos que pusieron el aspecto carnavalesco a esa parte de la noche. La presencia de cámaras profesionales durante todo el evento hace pensar que cabe la posibilidad de una futura edición en DVD o BR del concierto.

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No vamos a descubrir ahora el talento de Smith, que ha ido dejando himnos en la memoria colectiva desde hace tres décadas, y en esta hora y media exprimió toda esa sabiduría y buen hacer. Eso sí, parecía un cincuentón de aspecto algo descuidado que había acabado haciendo horas extras en la oficina… en este caso, nunca mejor se podía aplicar eso de que «no hay que juzgar al libro por la portada».

A las ocho y media, dejando el listón muy alto y al personal que ya llenaba el main room con ganas de más, Rick cerró ese tenderete que tanto placer sónico nos había proporcionado. Tan alto lo dejó que la media hora escasa que tardó en comenzar en el escenario principal se hizo un poco largo, pero, qué menos que se tomara un pequeño descanso tras ese buen curro que se había pegado. Técnicamente hablando, el equipo estaba todo preparado en el escenario principal y listo para el inicio de la parte final de la tormenta perfecta. Abróchense los cinturones, pasen y disfruten. Rick Smith toma el escenario y empieza a darle cera al personal con Mmm… Skyscraper, I Love You para declarar con claridad los principios de lo que iba a suceder. Colocados en una buena posición, cerca del escenario, las líneas convexas de altavoces elevados empiezan a darnos el nivel de decibelios más que adecuado para deleitarnos con impecable calidad. También descubrimos que la iluminación también va a ser algo fuera de lo común, con especial mención a una línea de múltiples laser a ras del escenario, junto con un enorme círculo móvil equipado con varios tipos de focos que se movía encima de nuestras cabezas. Dos pantallas gigantes a ambos lados del escenario y una que tomaba la mayor parte del fondo del escenario. Otro detalle durante el concierto fue la aparición en tres o cuatro ocasiones de media docena de bailarines a cada lado del escenario. En ese momento, aparece la parte de la ecuación que faltaba llamada Karl Hyde. El compañero inseparable de Smith desde los tiempos de Freur, la parte vocal y escénica, que, para faltar a una de sus más arraigadas costumbres, no iba vestido con esa camiseta a rayas horizontales que tantas veces lleva en el escenario. Hasta en eso la noche era especial. Con Karl metido en faena, seguimos con Juanita: Kiteless: To Dream Of Love, los casi veinte minutos que abren el legendario Second Toughest In The Infants, y ahí uno ya empieza a percibir la magnitud de las olas que nos vienen encima. Tras esos dos temas, un repaso a los primeros singles de su último trabajo, I Exhale y If Rah, para volver a levantar manos y hacer saltar al personal con una contundente rendición de otro clásico de la música electrónica de las últimas décadas, (Dark & Long) Dark Train. Las olas seguían aumentando de tamaño, y no habían avisos de calma, ya que las dos siguientes andanadas fueron otro de los himnos clásicos, Two Months Off, y esa maravilla producida por High Contrast en clave drum & bass llamada Scribble. Cups nos dio un leve respiro, pero fue sólo un espejismo junto a Ring Road, una incursión en el Oblivion With Bells interpretada con dureza en el ritmo, anticipando lo que iba a ser la pauta desde ahí hasta el final, ya que Karl y Rick tenían muy claro que esa noche no iba a descansar absolutamente nadie dentro del Ally Pally. Siguiente oleada, Push Upstairs en versión instrumental como introducción a una interpretación incendiaria de King Of Snake, seguida por Kittens. Más sudor y más movimiento, para llegar a otra pequeña isla iluminada por el sol llamada Jumbo, uno de mis más venerados fragmentos de su discografía. Tras Jumbo, otro tema del Barbara, Low Burn, que era el puente perfecto para pasar a la parte más tremenda del huracán que estábamos disfrutando como enanos. Para empezar la traca final, nos pegaron con Rez en toda la cara, ese himno hipnótico al que es imposible resistirse, siguió el golpeo con Cowgirl para rematarnos con una impresionante ejecución de Moaner. Y si, es imposible pensar en la tormenta perfecta si no se remata con un Born Slippy NUXX en toda su dimensión y extensión, himno que ya no es sólo generacional, porque ha transcendido hace años esa definición. Tremendo final. Rick y Karl acaban como empezaron, con un abrazo, conocedores de que han bordado una de las mejores noches de su larga carrera. No está al alcance de cualquiera dejar así de contentas a diez mil almas, ni haberlas tenido saltando durante más de dos horas. «A night to remember» era una de las frases más escuchadas mientras la gente se marchaba.

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Unos detalles más. Había público cuarentón y cincuentón, pero también veinteañero que se sabía las canciones y gozaban como locos con lo que estaban viendo. Otro punto a agradecer también fue limitar el número de entradas, a pie de escenario uno podía bailar y moverse sin apretones ni agobios, aunque el personal no estaba quieto ni por asomo. Me hacía pensar que habría pasado en nuestros lares, donde seguro que al haberse agotado las entradas tan rápido hubieran metido a quince mil personas sin cortarse ni un pelo.

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