Crítica del álbum ‘Otros principios fundamentales’ de VIVA SUECIA (por Ion I. Romay)

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Viva Suecia

‘Otros principios fundamentales’

Subterfuge

Texto: Ion I. Romay

Un disco es como las personas, para comprenderlo hay que conocer el pasado y el presente del mismo; esto es así porque lo que hay detrás del largo, profundo, arduo y, creo, tan emocionante como –a ratos- desquiciante elaboración del mismo, son personas en la piel de artistas. Este es el caso del disco que nos atañe, el de unos Viva Suecia completamente impregnados por el espíritu Neumann y en el que sus principios (musicales) resultan, además de innegociables, fundamentales para entender este, a ratos certero y en otros obvio, tercer álbum de los murcianos.

Lo cierto es que una incertidumbre me invade con este disco, una duda sobrevuela amenazante; seguramente dude porque, en estos párrafos dirimiremos, debatiremos -nunca, repito, never ever, puntuaremos- algo tan antiguo como irresolubre, y de tal calibre como la bondad o la maldad (musical, se entiende) de este disco.

Una certidumbre a la que, por otro lado, no tengo claro haber llegado tras llevar 5 días escuchando su largo sin parar y, a medida que avanzo en esta reseña menos diáfano veo, -el que avisa no es traidor- el poder resolverla. Me explico; dicen que uno no puede sacar consecuencias claras y reales de cómo es un disco si no realiza un mínimo de tres escuchas. También afirman que un álbum de “indie” español no suele tener calidad instrumental, a pesar de que este país se nutre de grandes músicos. Por último, aseguran que las letras de los grupos patrios no tienen sustancia… Pues bien, eso con lo nuevo de Viva Suecia queda, como vulgarmente dicen, en agua de borrajas ¿O quizás no?

Curiosa -jodida si no lees esto en horario infantil- dicotomía a la que me enfrento en mi primera crítica de un disco para Orbita Magazine, pero, querido lector, te advierto, sí, sí, a ti, que los retos me ponen y si hay algo que veo claro -cristalino diría yo- es que el nuevo disco de Viva Suecia, lo es.

La complejidad basada en una estructura sonora en la que prima el ruídismo (finally noisy motherfuckers!!) “encerado” a base de riffs de guitarras algo contenidas y repletas de contenido. Eso nos encontramos en el primer track llamado acertadamente “Piedad”; reminiscencias planetarias y mercuryrevianas en las cuerdas de unas guitarras que tejen, cual telaraña oscura y rabiosa, un principio prometedor.

¿O debería decir esperanzador? Y es que el segundo tema lleva impreso un nudo y una ilusión… que muy pronto y con cierta facilidad deshace uno al comprobar, no sin cierta angustia, que la segunda pieza del álbum no cumple las prometedoras expectativas que planteaba la primera (la parte contratante de la primera parte…) ¡Lástima! La brillantez esgrimida a través de una vocal que formaba parte como un instrumento más, en este caso se alza estrepitosamente y destaca (para mal) para hacer uno de esos hits más perecederos que un plátano en una jaula de monos.

De tierno y almohada mojada por lagrimas de desamor, de acaramelado animal que se cura las heridas lamiéndoselas sin importarle lo que sucede a su alrededor, de ingenuo primer engaño amoroso a los treinta… De eso va el tercer tema pausado y esperanzador en su estructura instrumental pero quizás algo falto de contenido en las letras… (Be carefull indie ballads everywhere!).

Tres cuartos de lo mismo me sucede -no olvidemos que esto es una opinión personal (también única e intransferible como el DNI)- con su cuarto tema “Nos ponemos con esto”. Si bien uno ve algo más de ritmo, parece no haberse recuperado aún del todo del desamor antes esgrimido, aunque está en una fase (el autor y, por tanto, el disco) de intentarlo y eso ya es algo, ¡ánimo que tú puedes!

¡Y vaya sí pueden! Cómo me fastidia comprobar que un grupo tiene mimbres más que suficientes, herramientas y conocimientos más que sobrados para crear autenticas obras de arte hechas canción y que no lo lleven a cabo en cada una de las piezas de su álbum (¿por llegar a un mayor público quizás?). Aquí no hay sólo opinión, es un hecho y se llama “La Estrella de David”. La primera vez que escuché la “Copa de Europa” de Los Planetas supe que estábamos ante un tema imperecedero; pues bien, lo mismo me sucedió, me sucede y me sucederá con el quinto track de Viva Suecia. Resurgen cual ave fénix de las cenizas del hundimiento amoroso para crear un tema “impinchable”, pero que estoy deseando escuchar en directo. Sin estribillos que recordar, sin prisa (y sin pausa), se va abriendo el cielo -indie en este caso- para descubrirnos de par en par el paraíso estrellado… De guitarras intrincadas, de voces reverberadas que muestran, crean y construyen un universo tan doloroso como realista y genial (sí, el dolor en este caso mola, palabra de un masoquista) y una atmósfera tan insoportablemente agradable como complicada en su ejecución. Tras escuchar este “temarraco” sé que nada será lo mismo.

Y no me equivoco pues, el disco prosigue por los mismos derroteros irregulares y muy cercanos a la simpleza –que no sencillez- de los estribillos fáciles, pegadizos y tan exitosos como perecederos. Se amontonan en mi memoria canciones como “Que esto funcione”, “A dónde ir” y “Hemos ganado tiempo”; temas construidos para la prole de groupies (tanto hombres como mujeres) que tendrán, sin duda, los murcianos en el mismo instante en que alguna radio fórmula las pase por su repetitiva trituradora. Melodías tan exitosas, como efímeras.

Un grupo que tiene madera en forma de principios musicales pero que éstos, como ocurre a menudo en el indie español, distan mucho de resultar fundamentales.

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