Crítica del documental ‘Grace Jones. Bloodlight and Bami’ (por Fac51)

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Hace unos días cayó en mis manos ‘Bloodlight and Bami’, el esperado documental sobre la vida de la Diosa de Ébano. Se estrenó en el Toronto Film Festival el siete de septiembre del pasado año, y, como era de esperar, ni rastro de que se fuera a estrenar en nuestro país, menos mal que nos queda el DVD…

Este verano me leí su rotunda autobiografía (‘I’ll Never Write My Memoir’), tremenda en el fondo y en la forma ya que para darle forma la señora Jones tuvo a nada más y nada menos que a Paul Morley como negro. Tremenda porque la capacidad de Grace para contar toda su vida es inigualable, y más teniendo en cuenta lo que ha vivido, y porque Morley sabe de esto que se llama escribir. El resultado de esa unión fue perfecto. ‘Bloodlight and Bami’ es la guinda del pastel, ya que hay pasajes del documental que vienen a complementar perfectamente el esfuerzo escrito, sobre todo cuando pone imágenes a esas maravillosas descripciones del Spanish Town nativo de la Jones.

No puedo ser subjetivo en todo esto porque adoro a esa mujer, desde hace décadas, y creo que así será hasta eternamente. Me atrevería a decir que nadie en la historia de la música ha hecho un comeback como el que hizo ella con la edición del ‘Hurricane’ en el año 2008, después de estar casi veinte años sin sacar un disco. Precisamente el proceso de grabación de ‘Hurricane’ es parte del documental, que también recoge una espatarrante actuación de la Jones en Dublín mezclado con filmaciones de la diva en la vida real recogidas por Sophie Fiennes a lo largo de unos años.

Quizás la mejor parte de todas esa filmaciones es la que hace referencia a su Jamaica natal; allí es una más de la familia, con su hermano, su madre, con su hijo (quien ejerce de percusionista en su banda de directo), comiendo jerk chicken en un puesto callejero o asistiendo a una misa dominical en la que su madre canta. Allí podemos ver a la Jones sencilla y cercana, sin perder un ápice de su carácter pero siendo una más. Impagable es la escena donde, con un Nokia antediluviano, trata de contactar con Robbie Shakespeare, la mitad de la mejor sección rítmica de la historia de la música reciente. Primero habla con la otra mitad, Sly Dunbar, explicando que con él sí que puede contactar, porque Robbie se hace el remolón para llegar al estudio a las sesiones de grabación de ‘Hurricane’ (El cabreo de la jamaicana era más que justificado ya que el proceso de grabación del álbum fue íntegramente costeado por la Jones y no podía estar esperando eternamente a Robbie Shakespeare para registrar el sonido de su bajo).

Esta parte del documental es maravillosa, como cuando tenemos la oportunidad de ver grabar a cualquier músico jamaicano. La manera en la que fluye la creatividad y el arte es simplemente impresionante. Y en este caso, ver a Sly & Robbie haciendo de las suyas en el estudio, una delicia para los sentidos. También se exploran pasajes de la vida de Grace en sus años de infancia en Jamaica, realmente interesantes, como su relación con el estricto segundo marido de su abuela, el ministro de la iglesia Pentecostal Mas P, a quien tuvo que soportar durante la temporada que sus padres emigraron a New York tratando de buscar una vida mejor y la dejaron a cargo de sus abuelos.

En la otra parte de esas filmaciones tenemos a la Jones más pública y conocida, comiendo ostras y bebiendo champagne en una habitación de hotel, poniendo firme a un promotor por teléfono porque los contratos y la pasta no están claros (creo que el “enséñame la pasta” de Cruise en Jerry Maguire se debió inspirar en ella, porque, según cuenta en el libro y se ve en el documental, si no hay pasta, no hay show) o actuando en un playback para televisión en París cantando la Vie en Rose rodeada de unas bailarinas vestidas de manera nefasta (la propia Jones dice que es una horterada).

Momentos de backstage fumándose un cigarrito perfumado con unos amigos, en un club dándolo todo con música electrónica de fondo o con Jean-Paul Goude, el padre de su hijo, dirigiéndole una sesión de fotos para la portada de la versión dub de ‘Hurricane’ que vio la luz en el año 2011. En público y en la más estricta intimidad, y esta última parte es realmente literal. Teniendo en cuenta la magnitud del personaje, no debe haber sido difícil para Sophie Fiennes (la directora del documental) componer este excelente collage visual, ya que, si ha estado años detrás de ella con la cámara, la cantidad de jugoso material para trabajar habrá sido apabullante. En las partes del documental que están filmadas en ese concierto en Dublín, la Jones nos demuestra, a sus casi setenta años (su edad sigue siendo un misterio, ella misma dice en el libro que no se acuerda de la fecha exacta, y en la Jamaica de aquellos días, imagino que lo de las partidas de nacimiento iría de aquellas maneras) que es una fuerza de la naturaleza, un auténtico volcán que no tiene comparación con ninguna de sus coetáneas ni probablemente con las artistas que han llegado después.

Se puede echar de menos algo de esa época gloriosa de la Jones en París y New York en las décadas de los setenta y ochenta, pero intuyo que esa no era la intención de este ‘Bloodlight and Bami’. Tan sólo hay un pequeño guiño, ya que la diva lleva consigo un pequeño bolso que está hecho con una fotografía suya junto a Warhol.

Conclusión. Para los fanses, una parada imprescindible en la historia de la Diosa de Ébano, que les hará gozar como enanas y enanos durante casi dos horas. Para los no fanses, casi podría decir lo mismo, o al menos calificarlo de altamente recomendable, ya que en contadísimas ocasiones uno se puede acercar tanto a la vida real de una diva de estas dimensiones y descubrir que, en muchas ocasiones, las y los más grandes de verdad son en el fondo los más humildes y llanos.

TEXTO: FAC51