El house siempre ha sido un estilo en boga, pero no todo el house en su amplia variedad ha estado socialmente aceptado en cualquier lugar y en cualquier momento. Hace más de cinco años, hablar de deep house –la rama más elegante, más reluciente del género– era una extravagancia, como echar pétalos de rosa sobre un tipo de sonido que se entendía como viejo, sólo apreciado por clubbers veteranos a los que ya se les había consumido la energía y las ganas de retozar en una pista de baile, aquellos que sólo vivían de recuerdos de otras épocas gloriosas ya pasadas. En 2006, que fue cuando Solomun comenzó a editar sus producciones, el viento no soplaba de parte ni del productor ni de su música favorita: los estilos predominantes eran el minimal techno de textura más psicodélica y ritmos tirando a erráticos, y en Inglaterra comenzaba a cuajar con fuerza el dubstep, mucho más oscuro y quebrado. Para el house de emociones intensas no había mucho sitio, y aún así desde diversos frentes –sobre todo en Alemania, en plataformas como Innervisions, Cadenza o Diynamic– comenzó a prepararse el relevo. El house es un estilo invencible, que cuando no está en el ojo del huracán siempre puede localizarse en los cuarteles de invierno, preparándose para volver cuando se le necesite.
Hoy, el deep house es el caramelo más apreciado en los clubes con programación cuidada. No es la llave para movilizar a las masas –esa responsabilidad cae en la EDM americana–, pero sí la prueba de fuego para establecer quién tiene buen gusto y quién no. Sí, se puede utilizar la pertenencia o el aprecio a la tribu deep house como un factor esnob o discriminador, pero en el fondo de toda esta cuestión hay algo más honesto: delimitar con unos ciertos parámetros de calidad contrastada quién está haciendo, y quién está escuchando, un tipo de sonido que durante décadas ha estado bendecido por los grandes artistas de la música de baile. Y en toda esta reagrupación del deep house europeo, Solomun es un artista importante.
Nacido en Croacia y residente en Alemania desde hace años, la labor de Mladen Solomun ha sido decisiva para ir comiéndole terreno al antiguo minimal y ofrecer una alternativa válida en el mapa de buena música de club en Europa. Su sello Diynamic, con base en Hamburgo, y compartido con su socio Adriano Trolio, contribuyó a establecer unas nuevas reglas de juego acudiendo a ingredientes siempre eficaces –un sonido cálido, orgánico, con líneas de bajo sexys, capas ambientales acogedoras, referencias al soul, a la música disco e incluso al jazz–, y desde el comienzo no han dejado de editar buen material, muchas veces para DJs de batalla y en ocasiones destapando el talento de productores que han consolidado una carrera estable en el circuito continental, como Stimming o el español Uner, y también rescatando a viejas leyendas semi olvidadas como DJ Phono o Isolée. Por supuesto, prácticamente toda la producción del propio Solomun, que suma más de tres decenas de referencias entre EPs y remixes fechadas entre 2006 y 2013, siendo la última “YesNoMaybe”, un maxi planchado en junio justo a tiempo para usarse en la temporada veraniega.
En 2012, Solomun dio el salto a Ibiza y entonces su prestigio –así como el de su sello– se multiplicó de manera exponencial, justo en el momento en el que el deep house ya estaba haciendo chup chup para agradar a un público cada vez más grande. Sus fiestas en Sankeys se convirtieron en una de las sensaciones de aquel verano: sin histerias ni estrellonas, sólo con buena música y buen ambiente, consiguieron atrapar al mismo público que hace turno para entrar allí donde pinchen nuevos ídolos populares como Luciano: aquel año, los DJ Awards que se conceden en Ibiza le nombraron como mejor productor de 2012. 2013 también ha sido un buen año: ha sido la gran apuesta de la familia Urgell y Francisco Ferrer para amenizar las noches de los domingos en Pacha. Pero Solomun no es un creador de una sola temporada y de una sola estación: sigue siendo quien dirige las riendas de Diynamic, regenta el club EGO en Hamburgo, sigue produciendo sin descanso –pronto debería llegar su segundo álbum, la continuación de “Dance Baby” (2009)– y, lo que es más importante, sigue conquistando terreno con armas honestas: el clasicismo, la corrección, el groove elegante y la dimensión más erótica y limpia del buen house. Un DJ de ahora con los valores de los DJs de antes.
Javier Blánquez