«You’re The Worst» : la serie cómica del momento que no estáis viendo.
Para quien no la conozca, «You’re The Worst» (FXX) es para muchos la serie cómica del momento. Una comedia en la que exploramos las complicadas vidas de un grupo de gente encabezada por Jimmy (Chris Geere) y Gretchen (Aya Cash). Él es una especie de novelista frustrado y ella mánager de un excéntrico grupo de música. Ambos son dos seres tremendamente complicados y autodestructivos, pero juntos, como pareja, han encontrado el uno en el otro el equilibrio suficiente para seguir adelante y ¿quizás? llegar a ser felices algún día. Si no lo consiguen les dará igual, al menos se lo habrán pasado de coña intentándolo.
Gretchen y Jimmy se pasan el día bebiendo, toman drogas, tienen todo tipo de sexo y montan fiestas locas, pero sobretodo son imperfectos, son lo peor en cuanto a relaciones y son conscientes de ello, pero tampoco le importa demasiado. Viven la vida junto a sus principales amigos, Lindsay (Kether Donohue), una ama de casa con un sin fin de problemas, tan pija que apenas sabe valerse por si misma pero tan loca que igual se tira a tres tíos, puesta de cocaína, el mismo día y Edgar (Desmin Borges), un ex combatiente en Iraq con síndrome de estrés postraumático, cuya habilidad básica es hacerle la comida y las laboras del hogar a su gran amigo Jimmy.
Hechas las presentaciones, me gustaría hablar de LCD Soundsystem, el noveno episodio de la segunda temporada de la serie, episodio que fue emitido hace unas semanas y que, probablemente, haya sido el mejor de lo que llevamos de la misma. Este capítulos es un claro ejemplo de lo que es You’re The Worst, una comedia que va mucho más allá, mezclando risas, dramas y realidad como pocos saben.
Este comienza mostrándonos a una nueva pareja, gente que jamás habíamos visto en la serie. Él es Rob (Justin Kirk) y ella es Lexi (Tara Summers). Él es restaurador de películas antiguas y ella arquitecta. Ambos pasean juntos por el barrio en el que tienen su casa perfecta, junto a su hijo Harper y su perro Sandwiches, recordando su loco pasado y orgullosos de haber sentado la cabeza juntos. Hace años que ambos cambiaron las fiestas y borracheras por la vida de pareja. Ahora, ven maratones de su serie favorita, fuman porros y critican a los amigos que aún no han madurado, pero como pareja sólida y con futuro. Tienen un Mini aparcado enfrente de casa y su hijo irá a un colegio de pago, su vida es perfecta y por alguna razón que aún desconocemos, Gretchen los está acosando.
Este capítulo es una excelente reflexión sobre el hecho de hacerse mayor y de las decepciones constantes que eso conlleva, tal y como vemos a través de Gretchen, en otra genial actuación de Aya Cash.
Después de verla, vigilando entre arbustos en plena noche, cigarro en mano al más puro estilo The Leftovers, el hogar de esta pareja, descubrimos que Gretchen está pensando si su tren ya ha pasado, que quizás la oportunidad de ser como ellos ya se ha esfumado. Gretchen, en una especie de sindrome del espejo, quiere, algún día, ser como ellos y para eso quiere conocerlos a fondo e incluso vivir como ellos, por lo que no duda ni por un momento en secuestrar a Sandwiches y pasar un día con él (See, dogs do eat nachos) para luego devolverlo diciendo que se lo acaba de encontrar perdido por la calle, el pretexto perfecto para poder entrar en casa de la pareja e intentar averiguar cual es su receta de la felicidad.
“I miss our Largo days, Sandwiches.”
El momento culminante del capítulo es que, una vez dentro de lo que desde fuera parecía un mundo perfecto, Gretchen descubre que la hierba no siempre es verde y que su mundo de fantasía se acaba de venir abajo, al ver que, probablemente, nadie es feliz del todo.
Rob le cuenta que está harto de que Lexi siempre lo deje fumando sólo, que toca en un grupo mediocre, que cada día está más harto de su trabajo y que no hace más que echar de menos esos días en los que estaba soltero y podía hacer lo que quisiera. Para Rob no es más que su realidad pero para Gretchen este monólogo es devastador, su cuento de hadas se le ha venido abajo y al volver a tocar de pies al suelo, ha recordado su realidad y sus problemas depresivos, algo que vemos claramente en la última escena cuando se pone a llorar por la calle, sin aparente motivo, tras haber salido volando de la casa.
Gretchen es más consciente que nunca de que puedes pasar la vida de fiesta en fiesta, pero que llegará el día en el que te encontrarás sólo en la pista de baile, anhelando el tiempo perdido, una realidad que, tarde o temprano, a todos nos toca aceptar. Quizás para ella aún no es demasiado tarde, quién sabe, a lo mejor, cuando el tren ya ha pasado, existe la posibilidad de tomar otra serie de decisiones que nos lleven de vuelta a ese futuro alternativo que nunca vivimos.
